Dr. Andrés Salas. PhD
Especialista en Salud Sexual
Es aquella en la que las personas que la conforman establecen acuerdos mutuos bajo los cuales deciden compartir, experimentar, disfrutar y amarse unos a los otros.
Las relaciones formales se apoyan en tres pilares imprescindibles: la confianza, el respeto y el compartir.
La confianza implica valorar al otro y respetar sus sentimientos, opiniones, amigos, actividades e intereses. Esto supone no ejercer ningún tipo de control sobre el otro miembro de la pareja. Es decir, no comprobar sus llamadas o mensajes, no mirar la última hora de conexión, no revisar sus redes sociales, no enfadarse o chantajearle para evitar que haga actividades por su cuenta. En definitiva, confiar implica vivir libremente el uno con el otro, aceptando que la otra persona ha decidido estar con nosotros porque sí, porque quiere y porque le apetece. Esa persona es libre, no nos pertenece. Por lo tanto, es necesario aceptar que se quedará el tiempo que quiera quedarse. Las conductas de control, fruto de las creencias de posesión, sólo conducirán a la desconfianza, a los conflictos, y al malestar emocional entre la pareja. En una relación sana, se confía en el otro y se le anima a que tenga amigos y actividades fuera de la relación.
El respeto supone aceptar las opiniones, creencias y sentimientos del otro, sin pretender cambiarlo. Intentar que mi pareja no sea quien es (justamente de la persona de la que me enamoré), además de una incoherencia, supone un desgaste inútil de energía, ya que implica no aceptar a quien tienes delante, así como una fuente de conflictos constantes entre ambos. Por otra parte, respetar implica apoyo emocional, reconocer y legitimar los puntos de vista y los sentimientos del otro, utilizando una comunicación abierta y honesta, haciendo que el otro se sienta seguro a la hora de expresar lo que siente. En definitiva, una relación sana es aquella en la ambos pueden sentirse libres para expresar aquello que necesitan, sin temor a ser juzgados por el otro.
El compartir, más allá de pasar tiempo juntos y realizar actividades que agraden a ambos, y compartir una intimidad sexual, implica compartir el poder y el control de la relación. Es decir, que ambas partes sean iguales, pudiendo tomar decisiones importantes para la pareja de igual manera, respetando y valorando la postura del otro.
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